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FORO DE DEBATE CÁDIZ 2012

"Un proyecto de futuro para un Cádiz renovado, moderno y sostenible"

Protección Integral del Casco Histórico de Cádiz

A un presocrático, Heráclito de Éfeso, con ganada fama de pesimista cósmico por su laconismo, se le atribuye, desde la más remota antigüedad, esta sentencia: el pueblo debe defender sus leyes con la misma valentía que las murallas de su ciudad. Fue la doble tarea que emprendió hace casi doscientos años el pueblo español, incluyendo sus alejados virreinatos, a través de sus diputados, primero en la Isla de León y después en Cádiz.

Hoy las cosas han cambiado para bien. Las murallas y baluartes gaditanos y la propia ciudad que encierran no hay que defenderlas de ningún presunto agresor. Las leyes están bien salvaguardadas por las instituciones democráticas. Sin embargo, otros enemigos no menos audaces pueden presentarse en esta urbe, la más antigua del Occidente. La incuria secular es una y otra determinadas acciones arquitectónicas y urbanísticas, algunas hasta bien intencionadas y otras deliberadamente ofensivas. Uno de los cascos histórico-naturales más bellos de España y de Europa ha conservado, con algunas excepciones, su esencia después de tantas vicisitudes políticas, sociales, económicas y hasta urbanísticas. Un ciudadano gaditano de otros siglos podría seguir reconociendo gran parte de su ciudad, sus viviendas, sus templos, sus hospitales, sus edificios civiles, sus plazas y jardines, si volviera, de donde quiera que esté, al centro histórico de Cádiz. En pocas ciudades podría darse similar circunstancia.
Quedan en esta ciudad trimilenaria, rodeada de murallas y baluartes, vestigios del Olimpo, también de tartesos, fenicios, griegos, romanos, visigóticos, árabes, renacentistas y barrocos, muchos de ellos mal conocidos y  otros peor estudiados, pero sobre todo queda en pie una arquitectura y un urbanismo que configuran sus calles y plazas, sus paseos, parques y alamedas. Una arquitectura con escasos blasones y palacios ociosos. Una arquitectura burguesa, de comerciantes y artesanos prácticos y laboriosos, algunos muy ricos, en la que las bajeras de las casas que daban a la calle se dedicaban al taller, al almacenaje de productos ultramarinos y al negocio y los pisos a vivienda. No hay ciudad europea, atlántica o mediterránea que se le parezca. Hay algunas hispanoamericanas que nos la recuerdan: Cartagena de Indias en Colombia, La Habana en Cuba, San Juan de Puerto Rico y, cada vez menos,  Veracruz en México.
Este patrimonio arquitectónico fruto del trabajo emprendedor gaditano da vida a una ciudad mágica. Si se observa desde la Torre Tavira, atalaya del centro histórico, vemos sus azoteas, campanarios y torres vigías. Nuestros ojos serán los mismos de los que miraban la llegada y salida de bastimentos y otros productos del comercio. Una ciudad viva y dicharachera si callejeamos y en la que los gaditanos no paran de hablar entre ellos entre las cales y la piedra ostionera de las fachadas. Una ciudad amurallada  pero cuyo perímetro se encuentra abierto al mar insondable o a una bahía de luz. Una ciudad en la que todavía los rincones nos hablan de historia, de historia liberal y democrática. Una ciudad marinera de la que salieron navíos a todas partes del mundo o a la que llegaron otros de las más remotas latitudes, cuando navegar era una aventura, cargados todos con las, en apariencia inagotables, riquezas de la tierra. Una ciudad todavía desconocida en muchas de las rutas turísticas tradicionales. Una ciudad de la que no se puede salir sin un recuerdo imborrable para los sueños.
Ante esos enemigos, que hemos señalado más arriba, en apariencia no organizados, pero inasequibles al menor desaliento, y para proteger este casco histórico modélico, pensamos que la única medida eficaz y de reconocimiento universal es trabajando y haciendo lo imposible para que sea declarado Patrimonio de la Humanidad. Un título para el que tiene sobrada categoría. Para ello será necesario que los gaditanos la defiendan más allá de sus murallas y sus leyes, con el mismo arrojo que en diversas ocasiones lo hicieron ante diferentes invasores. Como, de modo ejemplar, en 1812 los diputados doceañistas elaboraron las leyes que harían respetar la libertad y la legalidad, en unas condiciones excepcionales de asedio. Diputados, que pretendieron dar sentido constitucional a un reino convirtiéndolo en una nación, que, todo hay que decirlo, tardó muchos años en conseguirse.
Para ello hay que llegar a un gran consenso ciudadano y de todas sus instituciones. Una unanimidad ciudadana. El Foro de Debate Cádiz 2012 desea llevar a cabo las gestiones y acciones pertinentes. Hay que hacer numerosos estudios, catalogar bienes, poner en valor muchas joyas de nuestro pasado cultural y hacer una propuesta coherente y bien documentada para seguir este proceso, que no es fácil. No parece existir otra vía, ni certificación de más rango, que la que aquí propone el Foro de Debate Cádiz 2012, ni tampoco vemos mejor ocasión que el bicentenario de la promulgación de la Constitución Política de la Monarquía Española para proteger de forma integral el casco histórico gaditano.
Ovidio dejó escrita una frase que no ha perdido actualidad para el tema que nos ocupa: Cura dabit faciem, facies neglecta peribit (que en una traducción libre sería “con el cuidado sostendrás la hermosura; si la abandonas adiós belleza”).



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