Entre los distintos modelos posibles de ciudades –que pueden contemplarse desde numerosísimos puntos de vista: sociológico, estratégico o militar, económico, geográfico, turístico, etc.-, interesa contemplar la distinción entre ciudades comerciales y ciudades agrícolas, llamadas “geopónicas” por algún sociólogo pedante. Las ciudades comerciales suelen ser las más ricas y también las más dinámicas, y –no sólo desde el siglo XVIII sino desde mucho antes- las más burguesas y refinadas.
Cádiz es un caso muy singular, especialísimo, de ciudad comercial. Es la ciudad más antigua de Europa, esto es ya casi un tópico, y ya desde su fundación –hace más de 3.000 años- fue un centro eminentemente mercantil. Por su configuración geográfica, el comercio gaditano ha vivido en relativa simbiosis con la industria de la bahía y con la agricultura de la comarca; pero con mucha menos intensidad y mucha menos dependencia que las grandes ciudades comerciales de Europa. Si contemplamos urbes como Hamburgo, Génova o Venecia, las ciudades del comercio europeo por antonomasia, nos parece que Cádiz no ha sabido dar la talla propia de su naturaleza comercial.
Nuestra ciudad nunca ha podido soltarse de las amarras de la Historia. Tanto ha dependido –por su propia naturaleza- de los factores históricos externos a ella, que la vemos como un Emporio mítico formidable en los primeros siglos de su existencia; pero también empobrecida, exhausta y casi moribunda durante toda la Edad Media, prácticamente desaparecida cuando la recupera Alfonso X, que pretende inútilmente rehabilitarla convirtiéndola en una especie de fortaleza; y como tanto la amaba pretendió enterrarse en su catedral, cuya creación fue propugnada por él mismo. Luego volverá a su esplendor económico y cultural en los siglos XVIII y XIX.
Hoy día, las vicisitudes históricas son distintas; pero legítimamente hay que preguntarse: ¿en qué lugar, en qué momento, en qué punto de su azaroso ciclo histórico se encuentra Cádiz?. ¿Cuáles son las causas de los tremendos vaivenes históricos?.
El Foro de Debate Cádiz 2012, pretende esforzarse en hacer de este segundo centenario de la Constitución de 1.812 un reflejo, actualizado por supuesto, de la ciudad que vivió aquellas Cortes, aquel asedio y aquella fermentación cultural, con resultados tan fecundos y admirables, que todavía nos impresionan a nosotros y a muchas personas ajenas y lejanas.
Lo primero que tenemos que definir con toda claridad es qué concepto queremos tener de la cultura. El cine, la música popular, las verbenas y los carnavales forman parte importante de nuestra cultura. Pero no caigamos en ese populismo intelectual tan al uso en nuestros días. En los siglos XVIII y XIX, ya eran famosos los carnavales de Cádiz, el folclore de la Bahía ya había llamado la atención de muchos forasteros, forasteros cultos, observadores y críticos. Los “majos de Cádiz” habían suscitado la curiosidad de Don Armando Palacio Valdés; pero, al mismo tiempo que florecía toda esta cultura popular, el Marqués de Valdeíñigo llamaba nada menos que a Goya para que le decorase su querida Capilla de la Santa Cueva, y encargaba a nada menos que Haydn la música para su Viernes Santo. Varios viajeros del siglo XIX, compararon a Cádiz con el París de su época.
No es que propugnemos una cultura elitista. Entre otras cosas, porque una cultura elitista no puede existir en una sociedad que ni natural ni jurídicamente cabe ya que se considere estamental. El más alto y refinado arte de los palacios europeos, está hoy instalado en los museos que puede visitar todo el mundo. Porque la cultura de lo selecto es hoy también cultura del pueblo.
En este sentido, Cádiz ha puesto siempre de manifiesto el fino instinto del pueblo gaditano para asumir y gozar las excelencias intelectuales de su propia cultura. Fue el pueblo el que llamó “La Pepa” a la Constitución y la veneró desde el principio. Las letras de los tanguillos de principios del siglo XX, son fuentes impagables para matizar la historia local y aún nacional a aquellos años; y hoy Chano Lobato nos continúa deleitando con sabrosas anécdotas de fenicios y con sencillas referencias de respeto por los anticuarios, que, para mayor autenticidad, él llama antiguarios.
La puesta en valor de la cultura gaditana es necesaria para la renovación y modernización de la ciudad de Cádiz, lo que exige un amplio debate para identificar y favorecer actividades en el fomento de la misma, siendo concepto prioritario en la definición del modelo de ciudad y en la tarea emprendida por el Foro de Debate Cádiz 2012.
Publicado en La Voz de Cádiz. 19.05.07