El espacio delimitado como “Parque Natural de la Bahía de Cádiz” suma unas 10.500 hectáreas que suponen, junto con la propia bahía, el espacio central de lo que hemos llamado en otras publicaciones del Foro de Debate Cádiz 2012 “espacio metropolitano”. Una parte muy importante del mismo la componen las salinas. Y probablemente son las que más han influido en la calificación de parque y además las que arrastran una crisis de mayor calado.
El proceso de crisis y falta de actividad que progresivamente se ha producido en las salinas, en los últimos cincuenta años, o más, se ha debido a la reducción de la demanda de sal, inducida por los procedimientos modernos de conservación de alimentos. Y además, a la hora de competir con otras fuentes de producción de sal, a la reducida rentabilidad obtenida en las salinas. Probablemente a estos dos problemas se añaden otros de la estructura de la propiedad y del bajo tono general de la dinámica económica del entorno.
Las actuaciones de protección de este espacio han sido iniciativas de la Administración autonómica, loables pero en nuestra opinión bastante distanciadas del territorio, de sus agentes sociales y de su realidad. Se han concretado en dos pasos consecutivos. En primer lugar, hace algunos años la delimitación y consolidación, dentro de un paquete más amplio para toda Andalucía, del referido “Parque Natural de la Bahía de Cádiz” y en segundo lugar la realización en 2006 de un “Plan de Desarrollo Sostenible” del Parque .
Al enorme espacio ocupado por las salinas se le puede llamar “parque natural” porque los elementos que lo componen son naturales: tierra, agua, sol, viento, peces, sal, etc. Pero es un artificio humano tan sofisticado y vulnerable como lo es la agricultura de bancales, la dehesa o la huerta, y estaría mucho mejor calificado como “espacio singular”. Vacías las salinas de actividad, o con esta modificada en sentido inadecuado y con una actividad de bajo perfil que no permita abordar tareas de mantenimiento, su degradación irreversible es cuestión de tiempo.
La salina, tal como la hemos conocido hace medio siglo, es un espacio productivo de la sociedad rural, consustancial con su “modo de producción”. A explotar una salina se le decía “labrarla”. A sus labradores “no les hacia falta el traje de montar”, pero a sus peones se les conocía con el nombre de “hormiguillas” y ello parece indicar el trabajo humano, que necesitaba el sistema para su “sostenibilidad”. Era una explotación mixta como lo era, en tantos casos la agricultura tradicional, con sus “suertes de labor”, los lucios, vueltas y tajos, que en vez de granos de trigo los daban de sal y sus “prados” y “dehesas”, los esteros, que daban pescado. Existía toda una cultura de la explotación salinera como capítulo autónomo de la cultura agraria, que ha sufrido la misma crisis y no se ha podido reciclar por las razones antes enunciadas, y seguro que por muchas otras que se nos escapan. Lo mismo que el arado romano está hoy en los museos de antropología, lo debería estar el rastro con vara de majagüa, con que los “hormiguillas” apolcaban la sal en los tajos. Estas varas traídas de Cuba, una vez curadas en el ambiente salino, eran el mejor material para las garrochas y varas taurinas, que supongo que ahora serán de fibra de carbono. Está claro que todo eso ya es de otro mundo.
Pero todo parece indicar que merece la pena explorar una alternativa distinta al proteccionismo de lo inexistente, consistente en dar un paso hacia delante. E intentar implantar sobre este espacio un modelo que recupere de lo anterior todo lo que merezca la pena (la cultura nunca parte de cero), y lo articule con elementos nuevos que cubran las sombras de lo que se pierde, tanto en la renovación de los procesos productivos de una sal de marca y de una acuicultura menos “deslocalizable” y contaminante de la que hoy se está desarrollando, como de la localización de nuevos usos complementarios.
Hoy día en el mercado, además de una caída de la demanda y de la producción salinera, hay una distinción de lo cuantitativo y lo cualitativo. La industria alimentaria convencional se surtirá probablemente en un mercado globalizado. Pero en las cocinas de los buenos restaurantes y cada vez de más gente particular; y en las “boutiques de gourmets”, se manejan, a precios muy interesantes, unas diez marcas y/o denominaciones de origen de sales especiales. Entre otras la de las salinas del Algarbe, dentro del Golfo de Cádiz, que parten de la misma agua. Creo que el camino es este y que por tanto hay que reinventar las salinas, como una pieza de un proyecto integral para el espacio salinero de la bahía.
El problema de la acuicultura es que lo que actualmente se hace en Cádiz no cuenta con un perfil diferencial con lo de otros sitios. En este momento no solo la producción de terceros países, sino la procedente de jaulas marinas, que no necesitan ni suelo, está haciendo una competencia muy importante, no solo a Cádiz. Hay que intentar conseguir productos que no sean “deslocalizables” y ello es imposible cuando se alimenta con piensos que además de “criar” un pescado de calidad estandar, están contaminando los fondos de las salinas.
Por eso pienso que hay que crear, en paralelo con una marca de sal, con denominación de origen, una marca de pescado de “Estero de la Bahía de Cádiz”, cuyo consejo regulador garantice que ha sido criado y alimentado dentro de la cadena trófica natural de las salinas, aunque esta cadena alimentaria se “gestione por procedimientos “biotecnológicos”. ¿Cómo se hace esto? Pues no debe ser fácil; pero para eso estamos proponiendo que la de Cádiz sea la bahía de la biotecnología.
Las 10.500 hectáreas del “Parque Natural”, están medidas a “cinta corrida”, incluyendo los caños, instalaciones militares e industriales, etc. Probablemente la superficie efectiva de salinas alcanza menos de la mitad, que de todas maneras es mucho. Si resultara válida la estrategia de desarrollar la actividad de sal y peces en términos de calidad en vez de cantidad, previsiblemente sobrará mucho espacio, y sería un error mantenerlo ocioso, como tentador botín inmobiliario. Ese espacio debe ser receptor de nuevas actividades que sean los motores de la modernidad de la bahía, dentro de la actual dinámica andaluza.
Se habla hoy de biodiesel a partir del cultivo de algas oleaginosas. Parece ser que una de ellas tiene como complemento de su nombre científico el de “gaditana”, por lo que probablemente no será incompatible con nuestro medio natural. Otra cosa es si sus condiciones de cultivo intensivo barato son tan contaminantes como se dice de los actuales métodos de cultivo piscícola. El Foro de Debate Cádiz 2012 ya ha expuesto en esta Tribuna sus Propuestas sobre la Bahía de la Biotecnología así como de la instalación de una potente central termosolar. Apoyada en ésta, se puede hablar de una planta de desalinización de agua marina, cuya utilidad y conveniencia en la zona resulta evidente.
Las Propuestas del Foro de Debate Cádiz 2012 sobre el espacio singular de las salinas abren un nuevo campo que, en el nivel especulativo en que nos movemos, da volumen de texto y de ideas para varias publicaciones de esta misma extensión.
Publicado en La Voz de Cádiz. 14.07.07